Sarita Colonia: una santa de nuestros días

Es conocida como la "santa de los pobres" y cuenta con devotos en Perú y otros lugares del mundo.

Sarita Colonia: una santa de nuestros días

Cuenta una vieja historia que una tarde en la plaza de armas de Huaraz, un policía se ufanaba de haber matado al famoso bandolero Luis Pardo junto a su cadáver, cuando de pronto fue abordado por una niña quien le dijo:

Usted ya no está detrás de usted... No hay nadie detrás de sus ojos... Resulta que yo no lo veo, señor comisario.

Era el séptimo día del séptimo mes del año. Siete días después, a las siete de la noche, el policía cayó fulminado de un ataque en la misma plaza. La niña que le había anunciado su muerte se llamaba Sarita Colonia.

Tal vez esta vieja leyenda inspiró la devoción de la gente de mal vivir hacia esta santa cuyas palabras vengaron la muerte del famoso pistolero.

Biografía

Sara Colonia Zambrano nació en un barrio pobre de Huaraz en 1914. Fue hija de un matrimonio con escasos recursos económicos. Debido a su precaria situación, decidieron emigrar a la ciudad cuando Sarita aún era pequeña, para residir finalmente en el Callao.

Desde aquel momento llevaron una existencia paupérrima, que impidió a la niña estudiar y seguir su vocación religiosa, por lo que tanto ella como sus hermanos tuvieron que trabajar duramente. Sara se desempeñó como empleada en el servicio doméstico.

Tiempo después, sus padres se mudaron de casa, dejando a la adolescente Sarita viviendo sola en los barracones del Callao, un lugar donde la violencia campea y sobrevivir es un verdadero milagro.

Por entonces, la joven se ganaba la vida limpiando casas, trabajando de criada, vendiendo pescado o ropa. Como los demás habitantes del barrio, llevó una vida triste y dura, vacía de ilusiones. Al morir su madre, Sarita se hizo cargo de sus dos hermanos.

Solía rezar con frecuencia y era costumbre verla sin comer por haber entregado su plato a personas que pasaban más necesidad que ella. Se hizo fama de “hierbera” por la habilidad que tenía para curar a los enfermos utilizando brebajes que preparaba con plantas medicinales.

Sin rastros

La prematura muerte de Sarita Colonia ha sido motivo de intensos debates, porque no existe un acuerdo sobre la verdadera causa de su fallecimiento. La versión oficial del certificado de defunción atribuye la muerte al paludismo y fecha la muerte de la joven el 20 de diciembre de 1940, cuando contaba con 26 años.

Tras la muerte de Sara, sus restos fueron conducidos a una fosa común que fue marcada por su padre con una cruz meses más tarde donde se podía leer la frase: “Aquí descansan los restos mortales de Sarita Colonia”. Esta señal fue muy útil para que la ubicación de la tumba no se perdiera en el olvido y mucho tiempo después se levantara un pequeño santuario en donde la veneran los peruanos más desfavorecidos.

La única constancia del paso por el mundo de Sarita Colonia, en realidad es esta partida de defunción que se halla en los registros civiles de la Municipalidad de Bellavista y que declara su deceso como consecuencia de un paludismo pernicioso. Fuera de este documento, no existe otro que certifique la existencia de esta santa popular; ni partida de nacimiento, de bautismo o comunión. Ni siquiera un certificado de estudios primarios.

La única imagen que se tiene de ella fue extraída de una fotografía en la que aparece junto a su familia a la edad de 12 años. Esta imagen ha sido retocada y ha servido para acercarse al aspecto físico de este personaje que aparece en las estampas que veneran los devotos.

Inicio del culto

El culto a sarita Colonia no fue inmediato, en un primer momento solo se manifestaba gracias a aquellas personas que conocieron la bondad de la joven y dejaban en su tumba flores y velas.

Fue en la década de los setenta que empezó a atribuirse a la joven una serie de hechos milagrosos que, al margen de la iglesia, la convirtieron en patrona de los marginados. La santidad de Sarita sobrepasó las fronteras del Perú llegando a otros lugares de Sudamérica, Centroamérica y Estados Unidos, donde los migrantes ilegales peruanos llevaron con ellos a la santa en estampas protectoras.

Los sectores sociales más proclives al culto de Sarita son aquello compuestos por desempleados, mendigos, presos, delincuentes, prostitutas, pobres y travestis que viven en riesgo constante y ruegan volver a casa sanos y salvos cada día.