Las mujeres más poderosas del antiguo Perú
Antes de los incas, las mujeres tuvieron un rol preponderante en las primeras civilizaciones peruanas.
Antes de los incas, las mujeres tuvieron un rol preponderante en las primeras civilizaciones peruanas.
Durante mucho tiempo se pensó que el dominio del patriarcado sobre la mujer era tan antiguo como la aparición de los primeros hombres sobre la Tierra, y pudo haber sido así en la mayoría de los casos.
En el Perú, por lo pronto, se sabe que la organización del Imperio Inca relegó a la mujer a roles secundarios y la voz femenina en las grandes decisiones de Estado era prácticamente inexistente.
Pero la historia del Perú no se inicia con el dominio de los incas. Antes del Tahuantinsuyo, florecieron en esta tierra antiguas culturas, cada cual con su respectiva organización social, política, cultural y militar.
El legado de estas culturas se ha ido descubriendo paulatinamente y, para sorpresa de los investigadores, muchos de estos restos son pruebas fehacientes de que efectivamente, existieron culturas pre incas en las que la mujer detentó el poder, sea este de carácter religioso, político o hasta militar.
Estos son solo algunos ejemplos comprobados sobre el poder que tuvieron algunas mujeres en el antiguo Perú.
1 La dama de Cao – La Libertad (Año 400)
Es la más conocida de todas. Su tumba fue hallada en el Templo Moche conocido como la Huaca Cao Viejo en La Libertad. Sus restos descansaban junto a objetos que se han interpretado como símbolos religiosos y militares. Estas características han llevado a sostener a los arqueólogos que era esta mujer quien ostentaba el mando en el Valle de Chicama.
Los estudios han determinado que la mujer falleció a temprana edad, posiblemente 25 años. Su cuerpo estaba cubierto de tatuajes y en su tumba se hallaron objetos como coronas y collares de oro y plata. Los restos de la dama de Cao se encuentran actualmente en el Museo Cao, junto a la huaca del mismo nombre.
2 Las señoras Wari – Ancash (año 800)
En el año 2013, en el Valle de Huarmey, se produjo un descubrimiento que revolucionaría la historia que se conocía hasta ese entonces sobre los wari. En lo que se consideraba un monumento moche, se hallaron los vestigios de un palacio wari, debajo del cual se había construido una tumba que contenía los restos de tres mujeres que al parecer pertenecieron a una dinastía de nobles, pues fueron enterradas con adornos de oro y símbolos de rango.
Junto a sus restos reposaban los de otras 60 mujeres de rango social inferior, se presume que fueron sus doncellas quienes las acompañaron en su viaje al más allá. No se conoce aún a ciencia cierta cuál fue el rol que estas mujeres tuvieron en la sociedad, pero debieron de haber sido personajes importantes si se tiene en consideración el trabajo que debió haber significado la construcción de tumbas tan complejas.
3 Las sacerdotisas de san José de Moro – La Libertad (Año 700)
Desde 1991, en el Valle de Jequetepeque, se han estado encontrando varias tumbas que se asemejan entre sí porque contienen restos de mujeres que al parecer ejercieron la labor de sacerdotisas. Se ha llegado a esta conclusión debido a la calidad del ajuar funerario y porque las piezas y vestidos hallados junto a ellas guardan semejanza con las representaciones de los dibujos moche en los que se aprecian a estas mujeres recogiendo en copas la sangre de los prisioneros sacrificados. Además, junto a ellas reposaban los restos de personas subordinadas a su rango. Todas estas evidencias confirman de alguna manera que estas mujeres estuvieron a la cabeza de la religión moche.
4 Las mujeres de Caral – Lima (2.500 a.C.)
En el antiguo Valle de Supe, se desarrolló la civilización Caral. Fue una civilización tan antigua que no conoció la cerámica, por ello, sus figuras eran modeladas en barro. Esta circunstancia hacía que estas figuras fueran de una consistencia frágil.
Estas pequeñas estatuillas han sido encontradas tanto en Caral como en Miraya y Áspero, todas ligadas a la cultura del Valle de Supe. Estas figuras representaban ofrendas, las cuales eran enterradas junto con edificios que dejaban de ser utilizados. Las pirámides de Caral, por ejemplo, tenían un tiempo limitado de funcionamiento, una vez caducado este, se procedía a enterrar las pirámides como si de un difunto se tratara. Junto a estas edificaciones, a manera de ofrenda, eran enterradas también estas estatuillas.
Estas figuras de barro han brindado a los investigadores, evidencias de que la mujer pudo haber tenido cierto poder, al menos en el aspecto religioso. Un par de ellas resulta muy evidente al respecto, porque muestra a un hombre mirando temeroso y de reojo a una mujer que luce bien peinada y vestida con llamativos colores y de gesto adusto. Las expresiones gestuales y corporales de las figuras dan la impresión de que el hombre estuviera esperando órdenes de la mujer.