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La Navidad negra del sur

Es una manera netamente peruana de celebrar la Navidad en los pueblos del sur del Perú.

Navidad negra

La fiesta de la Navidad en el interior del Perú se celebra con diferentes festividades y tradiciones. Una costumbre muy antigua es la presentación de los Hatajos de Negritos y la danza de las Pallas en el sur de Lima.

La Danza o Hatajos de Negritos es una danza masculina de parejas interdependientes, en las que es posible apreciar una mixtura cultural, pues se cantan melodías de extracción andina con versos de villancicos españoles y se zapatea con rítmica de ascendencia africana, además de ello, el Hatajo no solo es bailado por negros, sino también por mestizos, cholos y zambos.

Esta danza se encuentra aún vigente en los pueblos ubicados al sur de Lima como Cañete, Chincha, Pisco, Ica y Nazca. Se sabe que la danza de negritos se practicó en San Luis de Cañete hasta fines de la década de 1960 aproximadamente; tiempos en los que don Moisés Rangel Rebatta, excelente zapateador fallecido en 1977, preparaba a los niños para las festividades.

La práctica de esta danza se volvió a retomar gracias a la agrupación cultural “Afro San Luis” con algunas diferencias con respecto a la original, en la cual los preparativos iniciaban los últimos días de noviembre, el Caporal Primero se encargaba de ensayar a su cuadrilla, la que estaba conformada por 12 personas. Un caporal podía preparar hasta tres cuadrillas asesorado por un Caporal Segundo y un Caporal Tercero.

Según Nicomedes Santa Cruz, la vestimenta de los Negritos de San Luis de Cañete de la época del señor Rangel consistía en zapatillas de soga, pantalones blancos, camisa floreada de mangas bombachas y cascabeles. La indumentaria de los Negritos de El Carmen y demás pueblos de Chincha en la actualidad es mucho más vistosa: con pantalones blancos, camisa de colores y botines negros.

Como atuendo llevan una banda sobre la camisa, a la que van cosidos muchos soles de plata agujereados como espejos, lentejuelas y cascabeles. Se cubren la cabeza con una especie de gorro, que al igual que la banda, lleva monedas y espejuelos. Otras cuadrillas llevan, en lugar de gorro, un penacho de plumas coloreadas, teñidas de rojo, azul, verde y otros colores.

Pero también se practicaba la danza de Pallas, cuyo culto religioso en la costa peruana está dedicado especialmente a la Navidad. La danza de Pallas todavía es practicada en las provincias de Cañete y Chincha. En el distrito de El Carmen, las Pallas acompañan al Hatajo de Negritos durante las celebraciones navideñas. Solo en San Luis de Cañete la danza de Pallas dejó de ser practicada, pero no ocurre lo mismo en los otros distritos de la provincia.

Cada cuadrilla de Pallas estaba integrada por niñas en edad escolar y según cuenta Nicomedes Santa Cruz, el atuendo de las Pallas de San Luis de Cañete era similar al de Chincha, con falda recogida con guardillas de color y mantilla sobre la cabeza.

Con mucha anticipación a la Navidad, cada negrito buscaba a su padrino, persona relativamente solvente, que se encargaba de facilitar a su ahijado el traje y accesorios que usaba. Los padrinos durante la fiesta, se limitaban a aplaudir a sus ahijados y obsequiar monedas a las Pallas.

En las calles del pueblo, por proceder de diferentes barrios y haciendas, los negritos de cada cuadrilla llevaban una banda del mismo color. Cada negrito llevaba una campanita en cada mano, pero en la derecha llevaba además un látigo. El Caporal no utilizaba campanitas, solo un látigo más grande que el resto.

Las cuadrillas del Hatajo de Negritos cantaban y bailaban acompañados por solo dos instrumentos: un violín que era tocado por el maestro músico del pueblo y una armónica tocada por el joven más talentoso. Actualmente, el Hatajo en Chincha es acompañado por un violín, mientras que, en Pisco, por una guitarra.

El ritmo lo marcaban los cascabeles, monedas y campanitas que portaban los danzantes, reforzados por las sonajas. En las cuadrillas de Chincha, el sonajero es el mismo bailarín humorístico que se disfraza de la Vieja y reparte dulces, chicha y refrescos entre los niños, a la vez que recolecta dinero de los espectadores donantes. En San Luis de Cañete, estas mismas funciones las desempeñaba el Borrachito, persona mal vestida y que de manera cómica alejaba a los niños o personas que se acercaban mucho.

Durante el desfile nocturno, los caporales conservaban el orden entre sus cuadrillas azotando a los negritos indisciplinados. En el hogar donde había un nacimiento se daba posada a una cuadrilla y el Borrachito, que era un experto zapateador brindaba lo mejor de su arte al niño Jesús al compás de un violín.

Cercanas ya las 12 de la noche del 24 de diciembre, Pallas y negritos se aproximaban a la iglesia del pueblo por diferentes calles de la ciudad entonando villancicos como el siguiente:

Marchemos pastores, vamos a Belén
que ha nacido el Niño para vuestro bien

Reyes y Pastores vienen a adorar
al rey de los cielos que ha nacido ya

Y los pajarillos que alegres están
que forman un coro, coro celestial

Gracias demos al cura, gracias al señor
al señor vicario que nos bautizó

Viva el señor cura, viva la matriz
y los habitantes que habitan aquí

A Belén llegamos con grande alegría
anunció una estrella, la virgen María

Luego de entonar los villancicos, hacían una ronda y bailaban formando parejas entre Pallas y Negritos, al centro de la ronda se colocaban en equilibrio dos sonajas y quien las tumbaba al danzar era eliminado de la ronda. Después del baile venían más villancicos y tras ellos una rueda de refrescos conocidos como “los orines del niño”. Con los albores de la madrugada, las cuadrillas de Negritos y Pallas se retiraban.