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La fiesta de Amancaes

La fiesta de Amancaes fue una tradicional fiesta de la Lima antigua que, con el correr de los años, fue perdiendo su original brillo hasta desaparecer por completo.

Fiesta de Amancaes

Cuando se habla de viejas tradiciones limeñas, se hace imprescindible hacer referencia a una muy especial que se perdió en la memoria del tiempo. Estamos hablando específicamente de la otrora popular Fiesta de Amancaes, la que estaba relacionada directamente a la celebración del día de San Juan Bautista, es decir, cada 24 de junio.

En aquel día, la población de Lima se volcaba a la Pampa de Amancaes ubicada en el distrito del Rímac en donde se encuentra, hasta el día de hoy, la capilla de San Juan Bautista de Amancaes, edificación construida en 1650.

Los inicios

Con relación a su origen, cuenta una vieja leyenda que una niña indígena de nombre Rosario, que iba siempre a dejar leche al templo de los dominicos, se encontró uno de esos días con un viajero, muchos opinan que fue el mismo Jesucristo, quien le entregó una carta dirigida al prior de los dominicos.

Esta carta sugería construir un templo en la zona, en el cual estuviera grabada la imagen de Cristo. Para corroborar la veracidad de la carta, el prior fue hasta Amancaes en donde halló una piedra con la imagen de Jesucristo. Este fue el inicio de la peregrinación colonial hacia Amancaes, una pampa elevada, ubicada detrás de los cerros del Rímac.

La fiesta

Durante la fiesta de Amancaes, muchos limeños se dirigían a la pampa que se caracterizaba porque sobre su superficie crecía la flor de Amancaes, un lirio amarillo que florece durante los meses de invierno debido a la humedad de las lomas.

Los ciudadanos de aquella época llegaban a caballo, carreta o caminando. Una vez allí, se entregaban por completo a la celebración, la que consistía en comida, bailes y jarana. La música popular estaba a la orden del día, al igual que las carreras de caballos y las peleas de gallos.

Con el transcurso del tiempo, los asistentes a las celebraciones llegaban en bicicletas y automóviles. Las costumbres también fueron cambiando y la peregrinación religiosa se transformó en una fiesta común en la que los enamorados iban a recoger la flor de Amancaes. La pampa se convertía, entonces, en un gran festival gastronómico lleno de vivanderas que ofrecían una enorme variedad de potajes.

Pero la fiesta de Amancaes entró en decadencia a finales del siglo XIX y a inicios del XX ya era poco concurrida. Fue en 1920, durante el gobierno de Leguía, que se logró reavivar esta tradicional fiesta con el nombre de San Juan de Amancaes que para entonces contaba con la asistencia oficial del presidente de la República.

Fue así que la fiesta de Amancaes se convirtió en el lugar perfecto en donde se desplegaba la variada cultura nacional, haciendo incidencia en la cultura indígena, tan exaltada durante el oncenio, sobre todo a partir de 1928. De esta manera, las celebraciones fueron el sitio idóneo donde los elementos criollo y vernacular se fundirían para siempre.

La fiesta de Amancaes fue el fiel reflejo de los cambios sociales y culturales que ocurrieron en el Perú a inicios del siglo XX. Nunca más fue la añeja fiesta virreinal de otras épocas, por lo que, a pesar de seguirse celebrando hasta la década de 1960, fue considerada por muchos como una fiesta popular de menor arraigo, muy deslucida a comparación de los tiempos de la colonia.